martes, 24 de mayo de 2016

Ricardo Codorniú, el Apóstol del Árbol

POR ENRIQUE MORALES CANO ( * )

A Ricardo Codorníu Stárico, cartagenero nacido en 1846, y muerto en Murcia en 1923, se le llama en España "El Apóstol del Árbol"por su defensa a ultranza de los montes y su significado biológico, campo profesional en que se empleó su vida a fondo, llegando a representar su figura histórica, trascendida fuera de las fronteras españolas, no sólo como el auténtico pionero de la educación forestal, sino también por ser reconocido y ensalzado como pionero de la reforestación en nuestro país.

     Hombre adornado de grandes cualidades cívicas y morales, estaba igualmente investido de claro y auténtico sentido mesiánico, abocado a este específico sector; así como fuertemente imbuido de sentido redentorista, que aplicaba tanto en favor del árbolcomo de las aves y los animales, conjuntado todo ello en los tres amores que, para él, sublimaba su mayor éxito profesional: la repoblación de Sierra Espuña, en Murcia, y la reforestación de la pinada de Guardamar, en Alicante; ejemplo ambos casos de cuanto debía practicarse en todas partes con garantía de consumado éxito.


     Así como las aves significaba para él la idealidad del ser humano en su anhelo frustrado por volar de forma natural, y daba la espiritualidad que quería trasponer al hombre de mirar hacia las alturas, donde únicamente sobrevuelan las águilas y las grandes aves, Codorníu, egregio y reconocido ingeniero de Montes, puso su vida entera a disposición de mejorar sustancialmente el entorno ecológico, a efecto de dejar en legado a los demás un ecosistema perdurable.

     Hombre de inventiva, siempre allegado al prójimo, decía que el más insignificante arbolillo, incluso el talado y menoscabado en su dignidad y necesitado de cuidados, tenía en sentido biológico, proyectado sobre resto de sus congéneres, mayor relevancia y belleza intrínseca que incluso una catedral.

     Siempre preocupado por la educación general del ser humano, en su gran producción literaria, de más de 100 trabajos de toda clase, destaca por su encanto "Los doce árboles", cuentos dedicados a sus respectivos nietos, en que inculca un valor concreto que deba guiar, en sucesivo, el recto sentido moral de ellos, derivado de cualidades inscritas existentes en diversas especies arbóreas.

     Fruto de su inventiva, figurará perdurablemente la dejada para el recuerdo en su actuación de Guardamar; donde la arena volcada por el mar, producto de vientos y oleajes, crece de tal manera, que pronto sepulta cultivos; y las dunas, de más de 20 metros de altura, que avanzan implacablemente hacia el pueblo, a una velocidad de hasta ocho metros por año, acaban por asolar parte de las casas, y hasta poner en cuestión la propia pervivencia de la población. Así, tras de plantar pinitos, que intentan contener tan arrollador avance, una inopinada plaga de langostas, procedente de África, comienza a comérselos, y Codorníu se ve obligado a desplazar a la zona manadas de pavos, que se comen a las langostas. Engordados con ellas, así como los seres humanos, que acabarán igualmente por consumirlos a ellos, se completará, de este curioso modo, la correspondiente cadena alimentaria.

Sierra Espuña
     Muy querido y apreciado por los ingenieros de Montes, a Ricardo Codorníu sus compañeros le comisionaron para encontrar un patrono del Cuerpo, que recayó, como no podía ser de otra forma, en la figura de San Francisco de Asís.

     Hombre que no dio jamás descanso al cuerpo, ni menos a la cabeza, y que murió en propia confesión sin haber odiado a nadie, le cabe igualmente la honra de haber introducido el idioma universal del esperanto en España.

   Su lema preferido era "educar deleitando", lo que desarrolló intensivamente, en intento de mejorar la condición humana. También decía que la forma como un país trate y proteja, o maltrate a los árboles, talándolos sin compasión, acreditaba la clase de cultura e idiosincrasia que representa el correspondiente país; y aseguraba también que los árboles viejos, en este sentido, representaban lo que en los archivos existe como legajos y resto de documentos, cual acreditación de la marcha de una nación.

    No es de extrañar, pues, que este murciano de talla colosal pudiera incluso enmendar la plana a uno de los más grandes seres de la Humanidad, el genio de Bonn, Beethoven; ya que este no se recataba en público de asegurar que amaba más un árbol que un hombre, cuando Codorníu, sencillamente, no sólo amaba lo mismo a uno y a otro, sino que, amalgamados y sublimados, los trascendía conjuntados a una realidad superior.

     Dejó para la historia en Murcia el Parque de Ruiz Hidalgo, un verdadero Jardín Botánico, dispuesto para eliminar el insalubre foco que afectaba a la población, y donde instituyó los llamados "Discurso-paseo", en los que, acompañado de su hija Carolina, disertaba sobre las peculiaridades de los árboles que él mismo había ordenado plantar; lo que, a su vez, permitiría paliar el rigor de los veranos murcianos.

     Tras dejar huella en los tres monumentos con que cuenta en España, erigidos en su grata y agradecida memoria, emplazados en El Retiro, frente a la casa forestal de Sierra Espuña y en la céntrica Plaza de Santo Domingo, corazón de Murcia, este insigne ingeniero de Montes fue original hasta en sus últimas voluntades,decidiendo que su entierro fuese presidido por un compañero de su este Cuerpo. Hoy, bajo su nombre, la lápida, por su expreso deseo, hace constar que ejercía dicha profesión.

    Del hombre que expresaba la necesidad de "tratar de averiguar cómo se llama al corazón de los demás", queda explícita constancia y reconocimiento público a su vida y obra con el epitafio que le dedicó su amigo "Azorín":

                                        "Que las más bellas flores de Espuña,
                                               las más bellas flores silvestres
                                                        cubran tu tumba."


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( * ) Biográfo de Ricardo Codorníu Stárico y autor de "El Viejo Árbol".

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